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La coherencia siempre debe estar
presente. Es difícil mantener un cuerpo sano, si tus pensamientos no lo
son. Es difícil encontrar nuevas oportunidades, si no crees que existan para ti.
No existe una persona emprendedora, creativa, proactiva, que no tenga la actitud
para triunfar. Cuando conoces a alguno
de ellos, percibes al poco tiempo su positivismo, su empatía, su auto-confianza,
su clara visión de futuro y desmedidas ganas de seguir aprendiendo, para seguir
creciendo. Proyecta su irresistible actitud, a través de su imagen personal, muy bien cuidada.
Su verbo es cortés y positivo. Su mirada es serena y su mesurada sencillez, cautiva a la mayoría.
“Seduce al mundo con el poder de
tu actitud” es mi eslogan. Uno de los que siempre figura, en mis
charlas o conferencias, dedicadas a la
mujer y en el que quiero ahondar. La actitud es la postura que se tiene ante la
vida y cómo procedemos dentro de ella.
La vida la circunda varios espacios: el personal, el profesional, el social, el
intelectual, entre otros… En todos y cada uno, incide la actitud que se tenga.
El ser humano ha avanzado a pasos
agigantados en diversos ámbitos del desarrollo personal. Sin embargo, existe
cierta ignorancia en materia de
“actitud”. Todavía se relaciona con estar “de buenas”. Sonrisa, cordialidad,
quizás una especie de egocentrismo o de tener que ser altivo u orgulloso.
Atributos que según, pueden darle un plus a la personalidad. Casi nada de esto
tiene que ver con el auténtico poder de la actitud.
En realidad el significado de “tener
actitud “es mucho más complejo de lo que puede ser, el querer esgrimir una
sonrisa en todo momento. La actitud concebida desde lo positivo es
una visión, una convicción, un comportamiento. Es la decisión de
apreciar la vida y al valorarla, nos valoramos a nosotros mismos, nos
respetamos y comprendemos mejor nuestras circunstancias de vida.
Al enarbolar nuestra existencia,
estamos pactando con lo mejor de ella y de nosotros. De ésta forma obtenemos el
poder para generar fuera, lo que llevamos dentro. Así todo acontecimiento
doloroso o circunstancia difícil, pierde el dominio, dejándonos libres de
miedos. Para aprender a sentir lo que haya que sentir. Para conectar mejor con
nosotros y con el mundo.
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